La Lic. en Obstetricia, miembro del Comité de Promoción de la Investigación y el Liderazgo del COPBA, fue entrevistada por la revista OHLALÁ! sobre su labor en el sector humanitario.
“La partería me encontró a mí, yo no la busqué”, asegura María Florencia Francisconi. Después de terminar la secundaria en San Nicolás, pensaba anotarse en la carrera de martillera pública, como su mamá, pero optó por instrumentación quirúrgica. Cuando terminó, sentía que le faltaba una pata asistencial a su trabajo. Mientras hacía sus prácticas en Rosario conoció a una matrona (una licenciada en obstetricia) que la introdujo en este mundo. “De una universidad pasé a la otra. Desde el primer momento, me encantó trabajar con la salud sexual y reproductiva, con los bebés. Esto es lo que tenía que ser, yo soy partera, la partería se transformó en más que una profesión, es una filosofía de vida”, sostiene.
Florencia hizo su Residencia en el Hospital Especializado Materno Infantil «Argentina Diego» en Buenos Aires y estudió una Maestría en Salud Pública en España. En 2018, decidió dedicarse al sector humanitario. Empezó como responsable de actividades en terreno y más tarde se convirtió en Instructora de Soporte Vital Avanzado en Obstetricia para Médicos Sin Fronteras. “Hay mucha gente que romantiza las misiones, pero es muy demandante estar fuera de tu casa, con todo lo que conlleva la tarea médica humanitaria, pero no concibo separarme de la obstetricia ni de esta forma de trabajo. Siempre digo que va a ser la última, pero descanso un poco y me llama mi manager para ofrecerme otra misión y no puedo conmigo misma. Me atraviesa por completo, es mi forma de vida”, confiesa.
Trabajar sin fronteras
Florencia conoció la ONG Médicos sin fronteras gracias a su mamá. Ella apoyaba distintas organizaciones y desde chica Florencia leía las revistas institucionales y se maravillaba con la labor humanitaria que hacían. De a poco, fue gestando la idea para su propia carrera. “Mi primera misión fue en Etiopía. Estuve seis meses y si bien me sentía técnicamente muy preparada en habilidades obstétricas, el contexto fue un poco chocante al principio. Hay que aprender a trabajar ahí, la forma de acercarte a la población es totalmente diferente. Hay lugares que requieren de mediadores interculturales. Yo justo fui a la región Somalí de Etiopía que es más conservadora, musulmanes, la relación de las mujeres con el trabajo, con los hombres y con el resto es todo un aprendizaje. Tenés que aprender qué se puede hacer y qué no, hasta cómo salís vestida del mercado”, explica.
En Etiopía la OMS estima que menos de 2,3 profesionales de la salud, que incluyen médicos, profesionales o parteras. Cada 100 mil habitantes son insuficientes porque no llegan a cubrir necesidades básicas. Luego tuvo otras misiones en Kenya y Palestina. De todas se llevó un gran aprendizaje. “El valor añadido está ahí, porque realmente te necesitan. El impacto que vos llegás a ver es muy grande y muy lindo. Esto es muy demandante, pero muy lindo”, sostiene.