En el transcurso del embarazo se producen cambios fisiológicos que nos llevan a prestar mayor atención a la nutrición de la mujer. Existen muchos mitos sobre la alimentación en esta etapa, pero qué cuidados se deben tener. Enterate en esta nota.
“La nutrición es uno de los pilares fundamentales durante la gestación, por lo cual, la alimentación debe ser variada y completa en nutrientes para cubrir las necesidades del feto, el organismo materno y la síntesis de leche en esta etapa”, señala la Licenciada en obstetricia, Ana Paula Da Cruz, matriculada del Distrito I – La Plata, del Colegio de Obstétricas de la provincia de Buenos Aires. “Lo esencial es escoger alimentos en calidad y cantidad”, “sin comer el doble como se cree y tampoco realizar dietas especiales ni restrictivas, ni eliminar el consumo de determinados alimentos por creencias o tabúes equivocados, al menos exista alguna contraindicación médica o nutricional”, finaliza.
Es importante en el control prenatal mantener una alimentación variada y equilibrada para favorecer la salud materna y el desarrollo y crecimiento del bebé; incluir todos los tipos de alimentos, propiciar la ingesta de agua, y realizar al menos cuatro comidas diarias (desayuno, almuerzo, merienda y cena). La Obstétrica resalta que, si bien todos los nutrientes son necesarios en el embarazo, “existen algunos que por su función en el adecuado crecimiento y desarrollo del niño deben tener un cuidado especial, como son el calcio, hierro y ácido fólico”.
Además, las mujeres deben eliminar productos dañinos para el organismos, como el alcohol, cigarrillo, drogas ilícitas, y disminuir el consumo de café, ya que atraviesa la barrera placentaria alterando la frecuencia cardíaca y la respiración fetal; hay que evitar el consumo de gaseosas, lavar bien las frutas y vegetales y evitar la ingesta de alimentos crudos como el huevo, la carne y el pescado; moderar el consumo de sal y practicar actividad física y complementar la dieta con comprimidos de vitaminas, hierro, ácido fólico y calcio, según lo determine el equipo de salud. En este sentido es importante el trabajo interdisciplinario y en equipo, especialmente con los licenciados en nutrición, que muchas veces no se cuenta con ellos en hospitales ni en centros de atención primaria.
Una mala nutrición puede acarrear complicaciones tanto a la madre como al niño. El estado nutricional de la mujer en el periodo preconcepcional tiene un mayor impacto en el peso del niño al nacer, que el incremento de peso durante el embarazo. Es así que, por ejemplo, el déficit nutricional severo en la mujer, antes o durante la gestación, puede ser causa de infertilidad, aborto espontáneo, prematurez, malformaciones congénitas, anemias, menor peso al nacer, entre otros. Mientras que, la obesidad materna se asocia a mayor riesgo de hipertensión arterial, diabetes gestacional, hepatopatías, cesáreas y fórceps y para el niño macrosomía y Enfermedades Crónicas No Transmisibles (ECNT).
Frente a esto, la licenciada resalta que la realidad de todas las embarazadas no es la misma, y que, por tal motivo, “es fundamental que durante el control prenatal se interrogue acerca de que alimentos consume, cómo los cocina, cuáles son sus gustos, cuáles son sus posibilidades de adquirir determinados alimentos, así logramos un panorama más amplio y podemos asesorar a la mujer para que, tanto ella como su familia, puedan tener un mejor estado nutricional”.
En conclusión, adaptar recetas según las posibilidades de cada mujer, de cada familia es una estrategia útil y fácil, no solo para lograr un mejor estado nutricional en la mujer embarazada, mejor desarrollo y crecimiento de su bebé sino también para el resto de la familia.